Como cada año, tras el inicio de la Cuaresma llega el momento de nuestros Cultos anuales. Un fin de semana de hermandad, de encuentro en nuestra iglesia, y sobre todo de contemplar al Señor de forma diferente.
Lo primero es agradecer la fantástica labor, un año más, de nuestro grupo de Priostía. Su labor comenzaba una semana antes, con el transporte de la viga y las telas que sirven de telón y que son izadas siempre el último domingo antes de Cuaresma. Trabajo, laborioso, esforzado y delicado, en el que varios de nuestros hermanos deben coordinarse. Un plus de dificultad y desde luego un cuadro digno de ver: más de cuarenta metros cuadrados de telas subiendo a casi ocho metros de altura.
Candelería, cera, terciopelo, cartelas, flores… mucho es el material que, poco a poco, va siendo transportado trabajosamente a la iglesia. No puede faltar ningún detalle, todo ha de cuidarse al máximo, y así en la mañana del sábado, temprano, nuestra priostía monta el más impresionante altar de Cultos de la ciudad. Arquitectura efímera que cumple perfectamente su función: honrar al Señor y que su contemplación nos recuerde el sacrificio que hizo por nosotros.
Los tiempos fueron cumpliéndose con los lógicos nervios y premuras. Nuestro hermano Rafa Murgui colocaba admirablemente cada alfiler en una clámide que dejaba el hombro derecho desnudo. Este manto, de terciopelo rojo vivo, permite así admirar partes de la magnífica obra de Coullaut Valera que normalmente se encuentran ocultas bajo la tela.
Todo encajaba. Agotados, pero orgullosos y felices. La música, comienza a sonar y como último detalle se prende el incienso. Nuestro Besapié, ahora Veneración por circunstancias sanitarias, da comienzo tras la Misa. Puntual.
El titilar de los cirios reflejados en la mansa mirada del Rey de Reyes impresionaba nada más entrar en la iglesia. Todo es recogimiento y este llama a la oración.
El ruido de la puerta nos advierte del incesante ir y venir de hermanos y devotos. Padrenuestros entre susurros, súplicas, agradecimientos y alguna lágrima. Silenciosa devoción.
Así avanza el día hasta la hora de la Ceremonia de Imposición de Medallas. Un numerosísimo grupo de hermanos arropaban a los solicitantes. Tras la recepción y juramento, uno a uno pasaban ante el Señor a recibir su medalla, símbolo de su compromiso con Él.
El día terminaba y el humo de los cirios al apagarse se mezclaba con con el aroma del incienso. Hora de cerrar.
El tradicional “día de la Función” llegaba claro y luminoso y poco antes de la hora de nuestra Solemne Misa de Hermandad los hermanos se arremolinaban en las puertas de la iglesia. Los sones del Christus Factus Est compuesto por David Hurtado en 2019 para nuestro Titular abría la ceremonia. La voz del tenor Eduardo Ladrón de Guevara se mezclaba con las notas del órgano tocado por Carlos Arturo Guerra, organista titular de nuestra Catedral.
El que escribe estas líneas tuvo el honor de escribir y leer una sencilla monición de entrada que transcribo a continuación.
Señor, hace más de dos mil años hiciste el mayor sacrificio, dando tu vida por nuestra salvación. Venciste a la muerte y nunca nos dejaste. Siempre estuviste con nosotros, aquí en el Sagrario. Decidiste seguir encarnándote en madera y oleo, y así llegaste una fría mañana de Marzo para llenar nuestros corazones.
Ya han pasado 75 años.
75 años contemplando tu mirada, consolándonos en tu misericordia, aprendiendo de tu mansedumbre.
75 años contándote nuestras penas, pidiéndote nuestros anhelos, rezándote por aquellos que lo necesitaban.
Y tu, nos miras, y nos das valor, fortaleza, consuelo, esperanza…
Eres vida eterna y así la esperamos algún día, contigo, en tu Gloria.
Gracias Señor, gracias.
Aquí está tu hermandad.
Ya en la homilía, nuestro Consiliario nos recordaba que “el sacrificio que vemos en nuestro amado Jesús con la Caña se hizo por nosotros”, “es en el día a día, en el trato con los que nos rodean, donde debemos demostrar que somos discípulos de Cristo, con nuestro ejemplo de vida”.
Preciosa celebración en la que nuestros hermanos se apretaban inconscientemente ocupando los últimos bancos de la iglesia, buscando la mirada del Señor y su abrigo.
Tras la Santa Misa llegó el momento de los reencuentros, de los abrazos y las charlas. Nuestro tradicional “gasto” se convirtió en una sucesión de anhelos “ojalá este año salgamos…” y de firmes confianzas “si, ya lo verás, este año si”.
El lunes, con una Misa de Requiem en la que más que nunca nos surgían las imágenes de aquellos que ya gozan de la casa del Padre, dábamos fin a los Cultos Cuaresmales de este año tan especial. Solo queda destacar y agradecer la labor de nuestra Diputación de Caridad, en especial a Anita, Lourdes y Dani. Durante todo el fin de semana se realizó una colecta para ayudar en la invadida Ucrania. Se consiguió una fantástica recaudación y la ayuda humanitaria a estas horas ya debe estar en Ucrania o a punto de llegar.
¡GRACIAS a todos los que colaboraron!
Ahora sigamos, quedan mil preparativos, trabajo, ilusión, espera…
Ya queda menos para el Jueves Santo.
Y será, como siempre, lo que Él quiera.