La Sagrada Imagen del Señor es obra de D. Federico Collaut-Valera Mendigutía (Madrid 1912- Segovia 1989). Entregado a la Hermandad en 1947, año de su primera procesión, expone al Señor presentado al pueblo después de ser azotado, coronado de espinas, cubierto por la clámide romana y por cetro, una caña.
Considerada como una de las obras maestras de su autor, y de nuestra Semana Santa, está realizada totalmente en madera policromada. Está tallado magníficamente con las técnicas de la imaginería barroca más clásica, si bien partes como el paño de pureza son de inspiración neoclasicísta, con ciertos matices modernistas. Con un tratamiento muy realista en su destacada anatomía, el Señor se muestra coronado de espinas, con ambas manos atadas y un contrapposto que adelanta ligeramente el pie derecho, lo que proporciona cierto movimiento y contribuye a romper la frontalidad.
Los rasgos faciales de Jesús con la Caña mezclan dolor interior con ternura y bondad, llaman a la devoción, a mantener su mirada en contemplación, recogimiento y oración. En la cabeza destaca, bajo la corona de espinas, la frente despejada, cejas muy perfiladas y de trazo sinuoso de un entrecejo marcado (lo que contribuye a un rostro dolorido), ojos muy expresivos, de iris castaño, mostrando una misericordia infinita, pero resignados ante el conocimiento de su agonía y cercana muerte. La nariz es recta, fina, afilada y de perfil triangular. Los pómulos, muy marcados, denotan el hundimiento de las mejillas. La barba, poblada, bífida, muy barroca, y el espeso bigote están realizados de forma muy detallada y entre ellos se abre una boca enmarcada por un labio superior fino, y más carnoso y prominente el inferior, y en cuyo interior han sido tallados dientes y lengua. El cuello, musculoso y alargado, tiene especial protagonismo en el giro que acompaña a la mirada con la torsión de la cabeza hacia su derecha. La cabellera, larga y compuesta por abundantes y barrocos mechones ondulados, se adapta a la bóveda craneana partiendo de una raya central que la divide en dos masas encuadrando el rostro. Las guedejas están separadas de cuello, hombros y espalda para dar cobijo a un manto de vestir, así mismo los hombros han sido anatomizados más estrechos para que con la clámide puesta no de sensación de excesiva corpulencia. En este aspecto, el autor consigue así dar la proporcionalidad perfecta.
Es llamativa el notable influjo de la obra de Luisa Roldán ‘la Roldana‘, especialmente en boca, cabello y barba. Se aprecian grandes similitudes con el Nazareno que se encuentra en Sisante y que restauró D. Federico Coullaut-Valera poco tiempo antes de realizar esta obra. D. Federico era gran conocedor de la escultura clásica y la imaginería barroca, y como tal es conocida la gran impresión que le causó la obra de ‘la Roldana‘e igualmente conocida y evidente la influencia que tuvo en su forma de tallar en la época posterior a la restauración del Nazareno.
El cuerpo, esbelto, y de suave pero firme modelado, así como sus extremidades, presentan una anatomía realista y muy cuidada, que acusa rasgos naturalistas, apreciándose a la perfección músculos y venas. Magistralmente realizada está la zona clavicular, que normalmente queda oculta bajo el manto. Huesos, músculos y tendones dan una tremenda tensión al giro del cuello y al ladeo misericorde de la cabeza.
En torso y espalda, destacan las veladuras que marcan la musculatura y los hematomas de la flagelación. Las manos, ultradetalladas, muestran venas y pliegues cutáneos muy evidenciados, mostrando la derecha alguna mancha de la sangre derramada.
El paño de pureza es otro elemento iconográfico de gran interés. Es un paño ceñido a la cintura, plegado encima de un cordón tallado, y muestra gran cantidad de pliegues que simulan tela arrugada. Dichos pliegues dispuestos de forma más abultada en ambas caderas, se recogen ligeramente en la cadera derecha, mostrando un poco más el muslo. De talla modernista da un resultado efectista y dinámico añadiendo claroscuro a su composición.
En la policromía, se aprecian los momentos de la Pasión previos a la crucifixión y muerte de Jesús: hematomas y latigazos marcan la anatomía lacerada, reforzada con tonos rojizos, verdosos y violáceos. Gracias a la restauración realizada en 1998 se eliminaron repintes y se consiguió recuperar totalmente la policromía original, que posee impresionantes detalles de maestría.
Esta magnifica talla responde a un equilibrio entre la belleza formal y una fuerte expresión dramática, muy en la línea de la imaginería barroca. Su fuerza expresiva consigue transmitir el mensaje deseado, y los sentimientos de misericordia y perdón divinos prevalecen al dolor y la angustia tras la flagelación y escarnio. De un detalle exquisito, denota la maestría del autor hasta en las zonas que habitualmente van cubiertas con el manto y que solo se pueden ver en los momentos en que se cambia la clámide que porta en la Iglesia por la que llevará en procesión.
La Sagrada Imagen fue restaurada en 1998 en el taller de Mar Brox Osma. En esta restauración se recuperó la totalidad de la esplendida policromia original, que había sido tapada por unas reparaciones realizadas, con más amor que medios, tras un ataque de termitas en los años 60. La Corona de Espinas, de acacia negra similar a la que pudo existir en Jerusalen en época de Cristo fue realizada, durante la restauración, por la restauradora Mar Brox Osma. Procede de tierras Templarias, dado que la finca de donde se cortó, propiedad ahora de hermanos, corresponde a las tierras que en su día el Rey Alfonso VIII dio como pago a la Orden del Temple tras la toma de Cuenca en el año 1177.
El Señor posee seis clámides dos de ellas del s.XIX, Cuatro están bordadas en oro a mano sobre terciopelo. De las bordadas, la última, estrenada en 1999, es diseño del conocido modisto Eduardo Ladrón de Guevara, bordada por Patrocinio Soto y es donación de una hermana. De las lisas la última la estrenó en el Solemne Besapié de 2020.
Característico es el movimiento del manto o clámide que con el aire se abre mostrando la belleza de la talla y dando un impresionante dinamismo al conjunto. En momentos como el paso bajo los arcos del Ayuntamiento el manto suele dejar descubierta la mayor parte de la talla, se ve entonces el dramatismo que le dio D. Federico y la tensión del cuerpo de un hombre flajelado y martirizado.