Esta tarde en la Santa Misa de las 19:30 hrs. celebraremos la Fiesta de la Presentación del Niño Jesús en el Templo, Fiesta de “La Candelaria”, y en ella se ofrecerán a la intercesión de Nuestra Señora de la Luz, nuestra patrona y a la que está dedicada nuestra iglesia, a los niños bautizados en este último año acompañados de sus familias. Estamos todos invitados para acompañar a los más pequeños de nuestra parroquia en esta ceremonia tan entrañable y con un significado tan importante.
Pero ¿de dónde viene esta tradición?
Esta fiesta conmemora la Presentación del Señor, el encuentro del Señor con su pueblo y la purificación ritual de la Virgen María.
Cuarenta días después del nacimiento de Jesús, María y José llevaron al Niño al Templo, a fin de presentarlo al Señor, según la ley de Moisés (Cf. Ex 13, 11-13).
Es una fiesta antiquísima de origen oriental. La Iglesia de Jerusalén la celebraba ya en el siglo IV. Desde Jerusalén, la fiesta se propagó a otras iglesias de Oriente y de Occidente. En el siglo VII, si no antes, había sido introducida en Roma. Se asoció con esta fiesta una procesión de las candelas. La Iglesia romana celebraba la fiesta cuarenta días después de navidad.
Esta fiesta comenzó a ser conocida en Occidente, desde el siglo X, con el nombre de Purificación de la Bienaventurada virgen María y fue incluida entre las fiestas de Nuestra Señora.
La bendición de las candelas antes de la misa y la procesión con las velas encendidas son rasgos de la celebración actual. El misal romano ha mantenido estas costumbres, ofreciendo dos formas alternativas de procesión. Es adecuado que, en este día, al escuchar el cántico de Simeón en el evangelio (Lc 2,22-40), aclamemos a Cristo como «luz para iluminar a las naciones y para dar gloria a tu pueblo, Israel«.
En la bellísima introducción a la bendición de las candelas y a la procesión, el celebrante recuerda cómo Simeón y Ana, guiados por el Espíritu, vinieron al templo y reconocieron a Cristo como su Señor. Y concluye con la siguiente invitación: «Unidos por el Espíritu, vayamos ahora a la casa de Dios a dar la bienvenida a Cristo, el Señor. Le reconoceremos allí en la fracción del pan hasta que venga de nuevo en gloria«.
La fiesta de la Presentación celebra una llegada y un encuentro; la llegada del anhelado Salvador, núcleo de la vida religiosa del pueblo, y la bienvenida concedida a él por dos representantes dignos de la raza elegida, Simeón y Ana. Por su provecta edad, estos dos personajes simbolizan los siglos de espera y de anhelo ferviente de los hombres y mujeres devotos de la antigua alianza. En realidad, ellos representan la esperanza y el anhelo de la raza humana.
La candela que sostenemos en nuestras manos recuerda la vela de nuestro bautismo. Y la admonición del sacerdote dice: «Ojalá guarden la llama de la fe viva en sus corazones. Que cuando el Señor venga salgan a su encuentro con todos los santos en el reino celestial«. Este será el encuentro final, la presentación postrera, cuando la luz de la fe se convierta en la luz de la gloria.