Desde hace unos años, con la llegada del año nuevo, el cuadro con la Natividad que adorna nuestro altar en la época navideña es sustituido por una preciosa imagen del Niño Jesús. El niño, bajo la advocación conocida por ‘Niño Jesús de Praga o Niño de la bola’ se coloca para celebrar el Dulce Nombre de Jesús, antiquísima e importante festividad católica que la vorágine de las navidades ha llevado un poco al olvido. Veamos su historia y significado.
Christus humiliavit semetipsum, factus obediens usque ad mortem, mortem autem crucis. Propter quod et Deus exaltavit illum et donavit illi nomen, quod est super omne nomen: ut in nomine Iesu omne genu flectatur, caelestium, terrestrium, et infernorum: et omnis lingua confiteatur, quia Dominus Iesus Christus in gloriam Dei Patris.
Cristo se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte de cruz. Por lo cual Dios le exaltó y le otorgó un nombre, que está sobre todo nombre, para que ante el nombre de Jesús toda rodilla se doble, en los cielos, en la tierra y en los infiernos: y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor para gloria de Dios Padre.
San Pablo a los Filipenses, 2, 8-11
El Santísimo Nombre de Jesús, de Memoria obligatoria para la familia Franciscana, ha sido invocado por los fieles desde los orígenes de la Iglesia. Comenzó a ser venerado en las celebraciones litúrgicas ya en el siglo XIV. San Bernardino de Siena y sus discípulos propagaron este culto a lo largo y ancho de Italia y del resto de Europa.
Como festividad litúrgica, se celebró por primera vez en el año 1530, cuando el Papa Clemente VII concedió a la Orden Franciscana el privilegio de poder celebrarlo con Oficio propio. San Francisco sentía una grandísima ternura para con el Nombre de Jesús. Si encontraba pedacitos de pergamino con el Nombre de Jesús escrito, los recogía y los colocaba en lugares dignos. De igual manera debían hacer sus hermanos.
Posteriormente el Papa Inocencio VI, en el año 1721, la estableció como fiesta para toda la Iglesia latina en el segundo domingo después de la Epifanía. San Pío X la trasladó al primer domingo de enero, pero si este domingo coincidía con la Epifanía, el Nombre de Jesús sería celebrado el día 2. En la actualidad, se celebra el día 3 de enero.
El nombre de Jesús es un nombre impuesto por el mismo Dios:
He aquí que concebirás y parirás un hijo y le pondrás el nombre de Jesús.
Lucas, 1, 31
Y Dios escoge este nombre porque Jesús significa “Yahvé salva” o “El que salva con la fuerza de Yahvé” y esa es la misión que Cristo trajo al mundo: salvarnos muriendo en la cruz.
José, ejerciendo su legítimo derecho de padre, cumple las palabras del ángel y en el acto de la Circuncisión le impone el nombre de Jesús “porque Él va a salvar a su pueblo de sus pecados.
Mateo, 1, 21
Y es por eso, porque Jesús es el Dios Salvador, por lo que San Pablo nos dice que ante su nombre doblemos la rodilla en señal de adoración, añadiendo en la Primera Carta a los Corintios que “hemos sido purificados, salvados y santificados en el nombre del Señor Jesucristo”.
En el Antiguo Testamento el Nombre de Dios es venerado y reverenciado existiendo multitud de referencias al mismo. En el Nuevo Testamento hay también numerosas referencias al nombre de Dios, pero sobre todo, las hay al nombre de Jesús, como por ejemplo:
Todo aquel que invocare el nombre del Señor Jesús, será salvado.
Romanos, 10, 13
Si hay que buscar un ejemplo de un Santo que fundamenta su fe en el nombre de Jesús este es el franciscano San Bernardino de Siena. Cuando iba a predicar llevaba pintado en una tabla el monograma del Nombre de Jesús (IHS), con una cruz encima de la H y rodeado por los rayos del sol. Como el santo predicaba esta devoción que era totalmente nueva, fue acusado y llevado delante del Papa Martín V.
San Juan de Capistrano lo defendió ante el Papa y lo hizo de tal manera que consiguió se permitiera la adoración del Santísimo Nombre de Jesús. Esta tabla que llevaba San Bernardino de Siena se conserva actualmente en la iglesia romana de Santa Maria en Ara Coeli.
Otros santos lo tomaron como ejemplo, especialmente dos españoles como San Ignacio de Loyola o Santa Teresa de Jesús que lo ponía al inicio de todas sus cartas.
En la Edad Media el Nombre de Jesús se escribía “IHESUS”, el monograma IHS sencillamente es la transcripción latina del nombre abreviado de Jesús en griego; es decir del nombre Jesús en griego Ιησούς (en mayúsculas ΙΗΣΟΥΣ) viene de la abreviatura, iota-eta-sigma (sustituyendo la letra sigma final por la S). La acepción latina aceptada es la abreviación de la frase “Iesus Hominum Salvator” (IHS), traducida al español como Jesús salvador de los hombres. Muchas veces lo hemos visto representado pero la primera vez que aparece en la historia es en una moneda del siglo VIII que pone: “DN IHS CHS REX REGNANTIUM”, que significa: “El Señor Jesucristo es el Rey de Reyes”.
San Ignacio de Loyola adoptó este monograma como símbolo de su Compañía de Jesús, añadiéndole una cruz sobre la H y tres clavos bajo ella.
San Bernardo de Claraval en el siglo XI escribió un poema de cincuenta estrofas conocido como “Iubilus de nomine Iesu”. Este himno tan bello ha servido a la iglesia para entresacar de él las estrofas que se cantan en los himnos de los oficios de Vísperas, Maitines y Laudes de la festividad del Santísimo Nombre de Jesús.
El mismo Jesús nos manifiesta su ayuda invocando su nombre:
Y estos prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán a los demonios en mi nombre y hablarán nuevas lenguas; podrán coger a las serpientes con sus manos y si beben un veneno mortal, no les hará ningún daño; impondrán las manos a los enfermos y los curarán.
Marcos, 16, 17-18
Lo que pidáis al Padre en mi nombre, os lo concederá.
Juan, 16, 23
Oración al Santísimo Nombre de Jesús:
Nombre de Jesús, Nombre sobre todo nombre, nombre victorioso, gozo de los ángeles, alegría de los justos, espanto del infierno. En ti reposa toda esperanza de gracia, toda confianza de gloria. Nombre dulcísimo, en ti tiene origen el perdón de los pecados, la renovación de la vida. Nombre lleno de gracia, por ti nuestros ojos contemplan la profundidad de los milagros, nuestros corazones se inflaman de santo amor, se hacen fuertes en la lucha, ponen en fuga todo peligro. Nombre glorioso, nombre lleno de delicias, nombre admirable, nombre digno de nuestra veneración, nombre dulcísimo de Jesús, nuestro Rey.
San Bernardino