La Epifanía es una de las fiestas litúrgicas más antiguas, más incluso que la misma Navidad. Comenzó a celebrarse en Oriente en el siglo III y en Occidente se la adoptó en el curso del siglo IV. Epifanía, voz griega, significa manifestación, pues el Señor se reveló al mundo en la persona de los Reyes Magos.
Para los occidentales, la Epifanía es popularmente el día de los Reyes Magos. En la antífona de entrada de la misa correspondiente a esta solemnidad se canta: «Ya viene el Señor del universo. en sus manos está la realeza, el poder y el imperio«. El verdadero rey que debemos contemplar en esta festividad es el pequeño Jesús. Las oraciones litúrgicas se refieren a la estrella que condujo a los magos junto al Niño Divino, al que buscaban para adorarlo.
El sagrado misterio de la Epifanía está referido en el evangelio de San Mateo. Al llegar los magos a Jerusalén, éstos preguntaron en la corte el paradero del Rey de los judíos. Los maestros de la ley supieron informarles que el Mesías del Señor debía nacer en Belén, la pequeña ciudad natal de David; sin embargo fueron incapaces de ir a adorarlo junto con los extranjeros. Los magos, llegados al lugar donde estaban el niño con María su madre, ofrecieron oro, incienso y mirra, sustancias preciosas en las que se ve el reconocimiento implícito de la realeza mesiánica de Cristo con el oro, de su divinidad con el incienso y de su humanidad con la mirra.
A Melchor, Gaspar y Baltasar, nombres que les ha atribuido la leyenda, considerándolos tres por ser triple el don presentado, según el texto evangélico, puede llamárselos adecuadamente peregrinos de la estrella.
Los orientales llamaban magos a sus doctores y en lengua persa, mago significa «sacerdote». La tradición, más tarde, ha dado a estos personajes el título de reyes, como buscando destacar más aún la solemnidad del episodio que, en sí mismo, es humilde y sencillo. Esta atribución de realeza a los visitantes ha sido apoyada ocasionalmente en numerosos pasajes de la Escritura que describen el homenaje que el Mesías de Israel recibe por parte de los reyes extranjeros, «lo adorarán los Reyes de la tierra (…) y será coronado como Rey de Reyes«.
El hacer regalos a los niños el día 6 de enero corresponde a la conmemoración de la generosidad que estos magos tuvieron al adorar al Niño Jesús y hacerle regalos tomando en cuenta que «lo que hiciereis con uno de estos pequeños, a mi me lo hacéis» (Mt. 25, 40). Es pues la Epifanía una fiesta para todos, para los niños haciéndoles vivir hermosa y delicadamente la fantasía del acontecimiento y para los mayores como muestra de amor y fe a Cristo que manifiesta ya su poder Divino.
Fuente: EWTN.