Después de la Ascensión de Jesús, se encontraban reunidos los apóstoles con la Madre de Jesús. Era el día de la fiesta de Pentecostés. Tenían miedo de salir a predicar. Repentinamente, se escuchó un fuerte viento y pequeñas lenguas de fuego se posaron sobre cada uno de ellos.
Quedaron llenos del Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas desconocidas.
En esos días, había muchos extranjeros y visitantes en Jerusalén, que venían de todas partes del mundo a celebrar la fiesta de Pentecostés judía. Cada uno oía hablar a los apóstoles en su propio idioma y entendían a la perfección lo que ellos hablaban.
Todos ellos, desde ese día, ya no tuvieron miedo y salieron a predicar a todo el mundo las enseñanzas de Jesús. El Espíritu Santo les dio fuerzas para la gran misión que tenían que cumplir: Llevar la palabra de Jesús a todas las naciones, y bautizar a todos los hombres en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Este domingo 9 de junio la Iglesia celebra la Solemnidad de Pentecostés, día en que se cumplió la promesa de Jesús a los apóstoles, de que el Padre enviaría al mismísimo Espíritu Santo para guiarlos en la misión evangelizadora.
Pentecostés proviene de la palabra griega que significa «quincuagésimo» (pentecoste). la razón es que Pentecostés es el quincuagésimo día (en griego, pentecoste hemera) después del Domingo de Pascua en el calendario cristiano.
El origen de la celebración.
Los judíos celebraban una fiesta para dar gracias por las cosechas, 50 días después de la pascua. De ahí viene el nombre de Pentecostés. Luego, el sentido de la celebración cambió por el dar gracias por la Ley entregada a Moisés.
En esta fiesta recordaban el día en que Moisés subió al Monte Sinaí y recibió las tablas de la Ley y le enseñó al pueblo de Israel lo que Dios quería de ellos. Celebraban así, la alianza del Antiguo Testamento que el pueblo estableció con Dios: ellos se comprometieron a vivir según sus mandamientos y Dios se comprometió a estar con ellos siempre. En el marco de esta fiesta judía es donde surge nuestra fiesta cristiana de Pentecostés, y este nombre se empezó a usar en el período tardío del Antiguo Testamento y fue heredado por los autores del Nuevo Testamento. En el Antiguo Testamento es también conocida como la fiesta de la cosecha.
En el Nuevo Testamento representa el cumplimiento de la promesa de Cristo al final del Evangelio de San Lucas:
Les dijo: ‘Todo esto estaba escrito: los padecimientos del Mesías y su resurrección de entre los muertos al tercer día. Luego debe proclamarse en su nombre el arrepentimiento y el perdón de los pecados, comenzando por Jerusalén, y yendo después a todas las naciones, invitándolas a que se conviertan. Ustedes son testigos de todo esto. Ahora yo voy a enviar sobre ustedes lo que mi Padre prometió. Permanezcan, pues, en la ciudad hasta que sean revestidos de la fuerza que viene de arriba’.
Lc. 24:46-49
La Promesa del Espíritu Santo.
Durante la Última Cena, Jesús les promete a sus apóstoles: ‘Mi Padre os dará otro Abogado, que estará con vosotros para siempre: el espíritu de Verdad’.
Jn 14, 16-17
Más adelante les dice: ‘Os he dicho estas cosas mientras estoy con vosotros; pero el Abogado, El Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, ése les enseñará todo y traerá a la memoria todo lo que yo les he dicho’.
Jn 14, 25-26
Al terminar la cena, les vuelve a hacer la misma promesa: ‘Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito; pero si me voy, os lo enviaré (…) Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello. Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir. El me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros’.
Jn 16, 7-14
‘He venido a traer fuego a la tierra’, dijo el Señor. El Espíritu Santo es ese fuego, que inflama todo lo que toca y que llevó a los apóstoles y misioneros a anunciar el Evangelio hasta los confines del mundo. Es la llama que permite que los mártires den testimonio ante sus perseguidores, denuncien a emperadores y desafíen a reyes, leyes, ejércitos y gobiernos, sin miedo a la muerte ni al sufrimiento. Es el amor ardiente que hace que tú, cristiano, contemples milagros y prediques al mundo que Cristo ha resucitado.
Los dones del Espíritu Santo.
Estos dones son regalos de Dios y sólo con nuestro esfuerzo no podemos hacer que crezcan o se desarrollen. Necesitan de la acción directa del Espíritu Santo para poder actuar con ellos.
La Sabiduría: Nos permite entender, experimentar y saborear las cosas divinas, para poder juzgarlas rectamente.
El Entendimiento: Por él, nuestra inteligencia se hace apta para entender intuitivamente las verdades reveladas y las naturales de acuerdo al fin sobrenatural que tienen. Nos ayuda a entender el por qué de las cosas que nos manda Dios.
La Ciencia: Hace capaz a nuestra inteligencia de juzgar rectamente las cosas creadas de acuerdo con su fin sobrenatural. Nos ayuda a pensar bien y a entender con fe las cosas del mundo.
El Consejo: Permite que el alma intuya rectamente lo que debe de hacer en una circunstancia determinada. Nos ayuda a ser buenos consejeros de los demás, guiándolos por el camino del bien.
La Fortaleza: Fortalece al alma para practicar toda clase de virtudes heroicas con invencible confianza en superar los mayores peligros o dificultades que puedan surgir. Nos ayuda a no caer en las tentaciones que nos ponga el demonio.
La Piedad: Es un regalo que le da Dios al alma para ayudarle a amar a Dios como Padre y a los hombres como hermanos, ayudándolos y respetándolos.
El Temor de Dios: Le da al alma la docilidad para apartarse del pecado por temor a disgustar a Dios que es su supremo bien. Nos ayuda a respetar a Dios, a darle su lugar como la persona más importante y buena del mundo, a nunca decir nada contra Él.
El color de Pentecostés.
Los días de cuaresma y de adviento están asociados al color morado, como días de espera y de penitencia. Durante el tiempo ordinario, las vestiduras litúrgicas son de color verde, el color de la vitalidad y la esperanza que son propias de la extraordinaria vida ordinaria de un cristiano. En Pascua, el color litúrgico es el blanco, el color de la resurrección, de la vida eterna en la Jerusalén celeste. ¿Cuál es el color de Pentecostés? En occidente, el color litúrgico de Pentecostés es el rojo. Las vestiduras sacerdotales rojas nos recuerdan las lenguas de fuego que se derramó sobre los apóstoles en Pentecostés. Esto es algo que necesitamos desesperadamente que nos recuerden y por eso la Iglesia nos lo pone ante los ojos de la forma más sencilla posible, con un color, para que cualquiera de nosotros se entere: el Espíritu Santo es fuego. No es una mera creencia abstracta ni una teoría, es fuego ardiente y devorador, no se puede domesticar.
Oración al Espíritu Santo.
Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor; envía Señor tu Espíritu Creador y se renovará la faz de la tierra.
Oh Dios, que quisiste ilustrar los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo, concédenos que, guiados por este mismo Espíritu, obremos rectamente y gocemos de tu consuelo.
Por Jesucristo, nuestro Señor
Amén.