Comienza ya la Cuaresma, que como sabemos es tiempo de conversión y penitencia, y por ello hoy os traemos la transcripción de la que fue la I Conferencia Cuaresmal de la Cátedra Gonzalez Francés el pasado año. Para que su recuerdo a dos días de la segunda e inmersos en su I Ciclo de Formación nos sirva de incentivo para llenarnos del Señor en esta próxima Cuaresma.
Agradecemos a D. Ángel García Benedicto, no solo esta Conferencia, sino su ayuda y colaboración, día tras día, en la vida de nuestra Venerable Hermandad, y como nos ha animado a perseverar y llenar esta Cátedra de contenidos, formación y preparación.
Presentación de la Cátedra a cargo de N.H.D. Miguel Ángel Rubio Pinedo, Secretario de la Venerable Hermandad:
Quinientos años dan para muchos hermanos ilustres, hoy recordamos a uno de ellos. Don Manuel González francés fue Canónigo Magistral de la Catedral de Córdoba, escritor, filosofo…, pero sobretodo un filántropo que fundó escuelas y ayudó al más necesitado. Hasta su muerte difundió la fe en Nuestro Padre Jesús con la Caña, y hoy, más de cien años después seguimos su camino. Llevaba a gala, que desde los once años nunca dejó de acompañar al Señor en su Estación de Penitencia de la tarde de Jueves Santo. Orgullosos sabemos que él fue una pieza más de las muchas que nos han traído hasta aquí.
La hermandad con la ayuda de nuestro párroco y consiliario ha decidido crear esta Cátedra para el estudio y fomento de la advocación de Nuestro Padre Jesús con la Caña. Y hoy recordamos a N.H.D. Manuel González Francés como canónigo, orador y literato, pero sobretodo como hermano nuestro, como filántropo y hombre de fe, ejemplo y espejo donde mirarnos. Que su figura nos ayude en el engrandecimiento y difusión de nuestra fe y amor al Señor, Nuestro Padre Jesús con la Caña.
Así sea.
Conferencia Cuaresmal de la Cátedra a cargo del Vicario Episcopal de Cuenca, Párroco de Nuestra Señora de la Luz y Consiliario de la Hermandad, D. Ángel García Benedicto, realizada el día 2 de Marzo de 2017.
Que mejor que inmediatamente después del Miércoles de Ceniza para que una hermandad, la Hermandad de Jesús con la Caña inicie su preparación para la Semana Santa. La Cuaresma no es tan solo preparación para la Semana Santa, no nos equivoquemos, es preparación para la Pascua de Jesús, para esperar Su Resurrección. Lo importante de esta vida cristiana es que Cristo murió y Cristo resucitó. Lo que hacemos es vivir estos tres días Santos de la Semana Santa para resucitar con Cristo.
Lo primero a hacer en esta preparación es la oración. Cuaresma es oración. preparación para el hombre nuevo que es lo que nos ha traído el Señor. El Reino de Dios nos viene a través de Cristo. Es un reino donde nosotros vivamos de verdad al hombre nuevo, a aquel que retira lo innecesario. Como el artista, como el escultor que va quitando aristas, que retira la madera o el mármol “sobrante” hasta que aparece la obra perfecta de un Cristo o una Virgen. De un tronco, de varios, o de una pieza de mármol va sacando su obra.
Dicen que cuando Miguel Ángel realizaba el Moisés, quedó tan maravillado con esa obra perfecta que le dio un martillazo diciéndole “¡habla!”. Era lo único que le faltaba a una obra que “estaba” dentro de esa piedra enorme de mármol que le llevaron de las canteras.
Lo mismo somos nosotros que debemos ir purificándonos, para que cuando llegue el día de la Pascua, la Resurrección, también el Señor nos hable, igual que al Moises le habló Miguel Ángel, y nos diga “¡recibe el Espíritu Santo!”.Pues eso es la Cuaresma. Primero es la paz, la oración. En el Evangelio de Mateo tenemos el Padrenuestro que nos enseñó el Señor, “dijo Jesús a sus discípulos: Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis. Vosotros rezad así: Padre nuestro del cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, danos hoy el pan nuestro de cada día, perdónanos nuestras ofensas, pues nosotros hemos perdonado a los que nos han ofendido, no nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del Mal.
A Dios le sobran las palabras. A Dios no lo ganamos con nuestras palabras. No es la lengua la que realmente habla con Dios. Con Dios hablar el corazón, y el corazón tiene pocas palabras, sus palabras son AMOR y VIDA. La mejor palabra de una madre para con su hijo es estrecharlo contra su corazón.
Por eso la mejor oración puede que sea el silencio que escucha. No somos nosotros los que tenemos que decirle cosas al Señor, cosas que ya se las sabe, es Él el que tiene que decirnos mucho. Oramos escuchando. Oramos en silencio. Oramos con el corazón tranquilo y sereno. Nunca podremos orar cuando venimos cargados de problemas, nerviosos, sin tranquilidad. Sin serenidad es muy difícil dirigirnos a Dios o escuchar a Dios, porque estamos en otras cosas.La Cuaresma, más que tiempo de ayuno, es tiempo de oración. El ayuno es cosa del cuerpo, la oración es cosa del corazón. Y las cosas del corazón son cosas de amistad. Santa Teresa cuando comienza a hablar de su vida de oración dice “…y ahora comenzamos a hablar cosas de amistad”.
Jesús fue el primero en rezar el Padrenuestro, tal vez el único Padrenuestro bien rezado de la historia. Si la Santísima Virgen rezó también el Padrenuestro, sería también tan perfecto por ser la Madre de Dios. Pero todos los demás muchas veces no nos acercamos, ni mucho menos, a esa perfección al rezar. No se trata tanto de una oración de pedigüeños, sino una oración de vivencia, de sintonía con los intereses de Dios.
La base de toda oración implica la experiencia de la paternidad de Dios. Es la confesión de Dios como padre, como nuestro Padre. Es el reconocimiento de Dios como padre para dejarnos transformar por la paternidad de Dios, y por tanto es la experiencia gozosa de nosotros como hijos, la experiencia de esa filiación divina. Si Dios es mi padre, es sentirnos nosotros hijos de Dios, es confesarnos hijos de Dios, es reconocer nuestra dignidad de hijos. Es ponernos entonces en actitud de verdaderos hijos de Dios.
Si la oración es “Padre nuestro”, significa también reconocer de no somos hijos únicos, reconocer que también los demás son hijos, y ver a los demás como hijos de Dios. Es pues, reconocer a los demás como hermanos, y si nos vemos como hermanos, es vernos por tanto como familia. Y así debemos vivir en familia.
Dios no es mío, no le rezo como si fuese propiedad mía, le rezo bajo una vivencia de filiación, de fraternidad y de familia. Un rezo que más que pedir pequeñeces, por que como os he dicho, Dios sabe bien lo que necesitamos, este rezo es comprometernos en unas relaciones nuevas con el Señor. Con unas relaciones nuevas entre nosotros, al margen de nuestras condiciones humanas, unas relaciones universales, es decir, Dios mi padre-mis hermanos-mi familia universal. Todos somos hijos de Dios.El reino de Dios comienza por una humanidad que se ve como familia. El único camino para cambiar el mundo es sentirnos todos familia. Son inútiles las leyes y la justicia social mientras no tengamos conciencia de que somos familia, de que todos somos hermanos y nos tenemos que ayudar unos a otros. No echarnos cosas encima, no subir uno para bajar a otro, sino todos juntos convirtámonos en familia para que el mundo cambie. Mientras no seamos esa familia nos empujaremos unos a otros y nos mataremos unos con otros.
Esa es la experiencia de nuestra verdadera oración. Si no es así, las palabras que le digamos al Señor serán simples palabras vacías.Es eso lo que tenemos que aprender en este tiempo de Cuaresma, cuando saquemos al Señor el Jueves Santo. ¿Qué es lo que llevo? ¿A quién llevo? ¿Para qué lo llevo? y ¿dónde me lleva? Por que si no, no hacemos más que pasear una Imagen pero que no llega a mi corazón.
Si paseamos a la Imagen bueno es, pero si nos quedamos únicamente en eso y no ha tocado mi corazón, que no ha cambiado mi corazón, que sigo igual que antes, y que el Señor no me ha dado ese “empujón” por que yo no le he dejado…
Si cuando yo voy en las filas o llevo al Señor y le miro a los ojos y soy capaz de mirarle a los ojos porque he luchado para ser mejor, veo a quien tengo al lado y digo “Señor, este que tengo a mi lado es mi hermano”.
No es lo mismo que si yo le miro a los ojos y los tengo que agachar por vergüenza, por que me está diciendo el Señor “¿qué es lo que has hecho? ¿para qué te sirve lo que yo he hecho por ti si sigues igual?”.
Si no os amáis, si no sois como debéis ser, el Señor nos agradecerá que lo paseemos por la calle, nos agradece que a alguien le haga bien cuando pase, le parecerá bien por que habrá gente que se conmueva e incluso llore cuando pase junto a ellos, pero entonces ¿cuál es mi compromiso con Él, con la Hermandad, con mis hermanos? ¿escucho al Señor cuando voy en la procesión? ¿escucho lo que me va diciendo únicamente voy pensando en otras cosas?Pues eso es lo que hemos comenzado en esta tarde, una oración sin muchas palabras, tan solo ponerse ante Él en silencio y decirle como decía Daniel “habla Señor que tu siervo escucha”. Y debemos escuchar con sinceridad, no aquello que queremos oír, sino aquello que nos compromete a todos y cada uno de nosotros.
Hermanos, que en estos momentos que vemos al Señor nos dirija también esas palabras ”Hijos míos, aquí estoy”, y sepamos que está ahí para ser amado y para darnos todo su AMOR.