Desde la mañana del sábado 12 de marzo de 2016, el Santísimo Cristo de las Misericordias, Imagen Titular de la Archicofradía de Paz y Caridad, se encontraba situado a las puertas de la Capilla del Obispo, en la nave de la Epístola de la Catedral de San Julián y Santa María. El contraste entre el Calvario Gótico que preside el frontispicio de la Capilla y la moderna talla neobarroca de la Imagen que preside el Jueves Santo de Cuenca se acentuaba por la cálida luz que pasaba por las vidrieras de Gerardo Rueda, invitando a la contemplación y al recogimiento.
Era la primera vez que el Cristo, y no sólo la actual Imagen, sino cualquiera que bajo ésta misma advocación ha recibido culto por el antiguo Cabildo de la Vera Cruz y Sangre de Cristo abandonaba, siquiera por unas horas la Parroquia de la Virgen de la Luz, su actual sede canónica sin ser acompañado por ninguna otra de las Imágenes Titulares de las Hermandades que acoge en el seno de la Archicofradía, como era tradición hasta que acompañó al último reo de muerte ajusticiado en Cuenca, junto con el Santo Paso de la Caña.
A las cuatro de la tarde comenzó a sonar la Campana del Jueves Santo. Inmediatamente el Cristo portado por sus banceros, nazarenos del Jueves Santo, y voluntarios del resto de Hermandades de la Semana Santa de Cuenca, se dirigió a la primera de las Estaciones del Via Crucis dispuestas a lo largo de la Girola de la Catedral e ilustradas con gusto exquisito por el Dean de la Catedral y su equipo con imágenes de la película “La Pasión” de Mel Gibson.
El Vicario General de la Diócesis fue el encargado de dirigir el ejercicio del Viacrucis, excusando la ausencia de Monseñor Yanguas, quien se encontraba en Vitoria en la Ordenación Episcopal y toma de posesión de Monseñor Elizalde, siendo el predicador de las Estaciones D. Joaquín Ruiz Requena, Delegado Episcopal de Hermandades y Cofradías.
Participaron en el Viacrucis además de la propia Archicofradía, que tenía el encargo de organizarlo, la Ejecutiva de la Junta de Cofradías, varios miembros de su Junta de Diputación y de su Junta General, y un número de fieles que podría haber sido mayor, como el de los miembros de las Hermandades, si no hubiese coincidido éste piadoso ejercicio con otros actos cofrades.
Durante el mismo y a su finalización, por toda la Catedral se dispusieron sacerdotes para facilitar a aquellos que quisieran ganar el Jubileo de la Misericordia el acceso al Sacramento de la Reconciliación.