Todos habréis vivido la sensación de quedaros sin palabras al intentar explicar qué es Nuestra Semana Santa. Muchos de vosotros, al querer expresar los sentimientos de tener tu hombro bajo las andas del Paso que tanto quieres. Este año hemos vivido una experiencia parecida. Una vivencia inolvidable. Tener el orgullo de ser Hermano Mayor de nuestra Hermandad de Nuestro Padre Jesús con la Caña. Tras alguna petición, intentaremos hacer algo parecido.
Hemos descubierto muchas nuevas experiencias y comprobado de forma especial inolvidables días. La sensación de sostener por primera vez el cetro en la Junta. La cena de Hermandad en la mesa presidencial. La solemnidad de la Función de la Archicofradía (con el especial nombramiento de Mikel). La fortuna de representarnos en la procesión del Corpus…
Pero como no podía ser de otra forma, el día más especial es el Jueves Santo. Cuando eres Hermano Mayor de La Caña y las nubes amenazan con robar la oportunidad de ponerte el capuz, cetro en mano, junto a tu hermana y tu padre, se te cae el alma a los pies. Pero si finalmente se oyen las campanas de San Antón, sabes que algo especial va a suceder. Que vas a ver al Paso de La Caña como nunca lo habías visto. Y te acuerdas de tus padres, de Chemari, José Luis y de toda la gente cercana que ha hecho que amemos tanto nuestra Semana Grande.
Durante el desfile, mientras ves al Padre en cada rincón desde perspectivas diferentes, pasan por la mente multitud de pensamientos y recuerdos, comprendiendo lo que de verdad significa nuestra Hermandad. El primer capuz que te quitaba Isabel en la fila central bajo el sol de las 4. La primera vez que sacabas un farol compartido con Mario. El carácter especial que tiene meter el hombro junto a tu hermano Jaime. Te acuerdas de Jorge de velero en la Calle del Peso. De aquellas subastas únicas de Teófilo. De Eva llevando el guión cuando no había quién. De Lucas con el clarín en la cena. Y ves cómo Manolo, que te había cantado por primera vez el “viva el hermano mayor…” torna solemne como un puntal digno de presumir. O Julián, que repicaba tambores antaño en cada cena, dirige el paso al ritmo del viento… Y te quedas embelesado en ese manto. En el suave bamboleo encarando Alfonso VIII entre paño y terciopelo al sonar de las horquillas.
El descanso es un ejemplo del sentir de La Caña, perdido en otras hermandades, son los Hermanos Mayores quienes reparten la merienda (y allegados, que cada vez somos más). Es una muestra más de unión y cooperación que todos tenemos…
El temor al entrar en la Catedral por la lluvia, se volvió en un momento muy especial cuando pudimos salir en desfile de ella, incluso en filas desde la Basílica. Era el inicio de un gran descenso. Creo que fue cuando más disfrutamos. San Felipe, la Puerta de San Juan, la Audiencia… El desfile de bajada que hizo nuestro Paso resultó fabuloso. Adornado por el tintineo y destellar de las tulipas. Te miras la mano y tú no llevas una. Te das cuenta que el desfile en el que eres Hermano Mayor está cerca de su fin. Que solo ocurre una vez en la vida. Que no va a volver. Y en San Antón te fundes emocionado en abrazos con banceros y portainsignias. Pero el más fuerte lo reservas a Jaime, que sabe que estás pensando lo especial que ha sido el compartir cetro padre e hijos. Entonces te das cuenta que además de cargar el banzo, salir en filas, vivir la Semana, ésto tampoco lo puedes explicar…
Antes de terminar nuestro año más especial como hermanos de La Caña, queremos agradecer estos meses, y sobre todo el desfile, a todos vosotros, hermanos, tulipas y banceros, y en especial a Mercedes, María, Tomás y toda nuestra familia.
Deseamos a nuestros sucesores suerte con el tiempo, que resulte todo tan bien como toda esta gente lo sabe hacer y disfruten de este gran momento. Y para que vayan entrando en materia, cantarles por primera vez “Viiiva el Hermaaano Mayooor…!!!
Los Hermanos Mayores 2012-2013
María, Salvador y Rodrigo