La fiesta de la Asunción de la Santísima Virgen María, se celebra en toda la Iglesia el 15 de agosto. El dogma de la Asunción se refiere a que la Madre de Dios, después de su vida terrena fue elevada en cuerpo y alma a la gloria celestial.
En 1849 llegaron las primeras peticiones al Vaticano de parte de los obispos para que la Asunción se declarara como doctrina de fe, estas peticiones aumentaron conforme pasaron los años. Cuando el Papa Pío XII consultó al episcopado en 1946 por medio de la carta Deiparae Virginis Mariae, la afirmación de que fuera declarada dogma fue casi unánime. Este Dogma fue proclamado por el Papa Pío XII, el 1 de Noviembre de 1950, en la Bula Munificentisimus Deus. Basada en la Tradición de la Iglesia Católica, tomando en cuenta los testimonios de la liturgia, la creencia de los fieles guiados por sus pastores, los testimonios de los Padres y Doctores de la Iglesia y por el consenso de los obispos del mundo como «Magisterio Viviente«, declaraba como dogma de fe católica la doctrina de la Asunción de la Virgen María:
Por eso, después que una y otra vez hemos elevado a Dios nuestras preces suplicantes e invocado la luz del Espíritu de Verdad, para gloria de Dios omnipotente que otorgó su particular benevolencia a la Virgen María, para honor de su Hijo, Rey inmortal de los siglos y vencedor del pecado y de la muerte, para aumento de la gloria de la misma augusta Madre, y gozo y regocijo de toda la Iglesia, por la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados Apóstoles Pedro y Pablo y nuestra, proclamamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado: Que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrestre, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial.
Primeras referencias:
Sobre la muerte de María no hay datos concluyentes sean bíblicos o históricos ni del lugar (algunos señalan Éfeso o Jerusalén) ni del modo. La primera referencia oficial a la Asunción se halla en la liturgia oriental; en el siglo IV se celebraba la fiesta de «El Recuerdo de María» que conmemoraba la entrada al cielo de la Virgen María y donde se hacía referencia a su asunción. Esta fiesta en el siglo VI fue llamada la Dormitio (χοίμŋσις) o Dormición de María, donde se celebraba la muerte, resurrección y asunción de María. El emperador bizantino Mauricio decretó que la fiesta se celebrara el 15 de agosto en todo el imperio; conviene aclarar que sólo fijó una fecha, no “inventó” la fiesta, ya que esta se celebraba desde antes.
Otro testimonio que evidencia la celebración la da San Gregorio de Tours quien en su obra “De Gloria Martityrum” señala que esta fiesta la celebraban en Jerusalén al final del siglo VI.
Los relatos apócrifos sobre la asunción de María aparecen aproximadamente desde el siglo IV y V. Siendo el más difundido y posiblemente uno de los más antiguos en el oriente bizantino el «Libro de San Juan Evangelista«. Este y otros escritos apócrifos tuvieron gran influencia en diversas homilías y escritos de los oradores orientales, como por ejemplo Juan de Tesalónica, Juan de Damasco, San Andrés de Creta, San Germán de Constantinopla, entre otros. Si bien no tenían ni tienen carácter histórico, la Iglesia Católica vio en estos escritos el fondo teológico que existía y del cual los relatos eran expresiones adornadas.
La Asunción de María en cuerpo y alma al cielo es un Dogma de nuestra fe católica, expresamente definido por el Papa Pío XII hablando «ex-cathedra». Y … ¿qué es un Dogma? Puesto en los términos más sencillos, Dogma es una verdad de Fe, revelada por Dios (en la Sagrada Escritura o contenida en la Tradición), y que además es propuesta por la Iglesia como realmente revelada por Dios.
«El dogma de la Asunción afirma que el cuerpo de María fue glorificado después de su muerte. En efecto, mientras para los demás hombres la resurrección de los cuerpos tendrá lugar al fin del mundo, para María la glorificación de su cuerpo se anticipó por singular privilegio.«
San Juan Pablo II, 2 de Julio de 97.
La importancia de la Asunción para los hombres y mujeres de comienzos del Tercer Milenio de la Era Cristiana, radica en la relación que hay entre la Resurrección de Cristo y la nuestra. La presencia de María, mujer de nuestra raza, ser humano como nosotros, quien se halla en cuerpo y alma ya glorificada en el Cielo, es eso: una anticipación de nuestra propia resurrección, todos tenemos una necesidad grande de esa esperanza cierta de inmortalidad contenida en la promesa de Cristo sobre nuestra futura resurrección. El misterio de la Asunción de la Santísima Virgen María al Cielo nos invita a hacer una pausa en la agitada vida que llevamos para reflexionar sobre el sentido de nuestra vida aquí en la tierra, sobre nuestro fin último: la Vida Eterna, junto al Señor. El saber que María ya está en el Cielo gloriosa en cuerpo y alma, nos renueva la esperanza en nuestra futura felicidad perfecta para siempre junto a Dios Padre.