Nuestra Venerable Hermandad es, sin duda, una de las que mayor patrimonio bordado atesora en nuestra Semana Santa. En estos momentos, además de la cabecera de la procesión y algunas piezas de ajuar del s. XIX, el Señor posee ya seis clámides, cuatro de ellas bordadas profusamente en oro. Este ajuar ha sido primorosamente cuidado por nuestras camareras, lo que ha permitido que lleguen hasta nuestros días piezas históricas, auténticos tesoros del bordado. Vaya desde aquí nuestro agradecimiento a todas ellas.
Pero nada es eterno y mucho menos el terciopelo. El tiempo hace mella y una de estas piezas mostraba ya un deterioro preocupante. Hablamos de la conocida entre los hermanos como la ‘Clámide Decimonónica’, donación de D. Felipe de la Plana en 1879.
Tras estas primeras señales de alerta, nos pusimos a investigar, a buscar quienes eran los mejores expertos a quién consultar y ver cómo detener el deterioro. A finales de 2017 iniciamos las consultas buscando conocer distintas opiniones tanto del valor real de la pieza como de su estado de conservación.
En ese momento nuestro Diputado de Liturgia y Formación, D. Rafael Díaz, y el que escribe, colaborábamos con la Hermandad de Ntra. Sra. de Riánsares en la reproducción de los estandartes que la Reina María Cristina de Borbón les donó en torno a 1840. Este trabajo lo estaba realizando el taller ‘Bordados Esperanza Elena Caro’ y nos permitió comprobar el grado de profesionalidad y enormes conocimientos de Carla Elena Melendez y su socio Gonzalo Navarro.
Si bien las fotografías que se habían hecho concienzudamente a la clámide permitían ver parte de su estado, era necesario llevarla a Sevilla para una valoración exhaustiva y un informe que permitiese en primer lugar frenar su deterioro. Así se hizo, y la comisión allí desplazada no pudo volver más satisfecha: la pieza se podía restaurar, y no solo eso, la pieza poseía un valor hasta ese momento desconocido; no por la cantidad de oro en su bordado, sino por la elegancia y belleza del diseño y por las técnicas empleadas en su confección. Alguna de estas técnicas se desconocía, ya perdida en la noche de los tiempos, y gracias a la conservación en nuestra pieza puede recuperarse. Bordada casi en su totalidad bajo la técnica de canutillo, son los detalles pasionistas los que añaden mayor singularidad y variedad de ejecución. El terciopelo mostraba daños considerables en la parte superior, pero dada su enorme calidad, el soporte se encontraba en muy buenas condiciones en la parte con más bordados. El traspaso quedaba así descartado, lo que permitiría (a costa de una mayor dificultad) mantener todo su carácter. En pocos días se recibió un meticulosos y pormenorizado informe de intervención y numerosas recomendaciones para su mantenimiento mientras podíamos o no abordar la restauración. Dadas estas recomendaciones la pieza fue guardada y no volvió al Museo de la Semana Santa, se procuró su horizontalidad así como el cambio periódico de su postura.
El informe se mostró en nuestra Asamblea General, que aprobó que la restauración se realizase lo antes posible, agradeciendo su trabajo a todos aquellos que han permitido que llegue a nuestros días. Con esta aprobación y el informe en la mano nuestra Directiva comenzó a buscar financiación, dado que estábamos aún inmersos en la urgente restauración de las andas procesionales y nuestras humildes arcas no podían permitirse acometer el proyecto. Tras numerosos informes y reuniones con D. Benjamín Prieto, entonces Presidente de la Excma. Diputación y Fran Domenech, su Diputado de Cultura, esta institución adopta la decisión de colaborar con el 50% del total, decisión que nos permitía asumir en dos ejercicios el montante restante. Vaya desde aquí nuestro profundo agradecimiento a ambos y a la Excma. Diputación Provincial, sin cuya ayuda todo esto no habría sido posible.
Y llegó Marzo de 2020. Así, como suena. Con los billetes de AVE dispuestos y la clámide preparada para su transporte. Y todo se truncó por lo que ya todos sabemos, para qué recordarlo más.
Pero ha llegado por fin el momento. El pasado lunes 31 de Mayo una representación de nuestra Hermandad entregó en el taller Sucesores de Elena Caro la clámide decimonónica para su restauración, firmando el contrato para el inicio de los trabajos. El segundo paso ya estaba dado, ahora solo queda esperar cada uno de los partes con que el taller nos irá informando de la evolución, y pronto el día en que la pieza regrese a Cuenca para cumplir con su cometido: vestir al Señor.
Permitidme que os presente brevemente el taller que está realizando la restauración. “El mejor, sin duda”, “apostáis a caballo ganador”, “la mejor elección”, “nadie mejor para ese trabajo” esos han sido los comentarios que nos ha repetido cada vez que hablábamos con gente conocedora del tema, y estamos convencidos de todo ello.
BORDADOS ESPERANZA ELENA CARO
fuente: Asociación Gremial de Arte Sacro.
Los orígenes de la Casa Caro se remontan a 1917, cuando los hermanos José y Victoria Caro Márquez abrieron el primer el taller. En 1922 se incorpora como diseñador y dibujante Ignacio Gómez Millán, jugando en estos años un papel fundamental en la configuración del sello y el estilo propio de la casa. Tras unos inicios modestos, una década más tarde era ya un taller consolidado dentro del panorama artístico de Sevilla.Con el fallecimiento de José Caro en 1936, la empresa familiar pasa a manos de Manuel y Esperanza Elena Caro, denominándose a partir de entonces «Sobrinos y Sucesores de José Caro». En el taller, que se traslada a la calle Conde de Barajas nº 20, Manuel ejercía de administrador y dibujante, mientras que la dirección técnica recaía en Victoria y Esperanza.
Entrada la década de los 40, el taller era ya considerado el más prestigioso e importante del momento, y será a partir de entonces cuando comience una nueva etapa en la historia del mismo, marcada por las inquietudes artísticas y el carisma de Esperanza Elena Caro. La vinculación de Esperanza al taller familiar se remonta a los primeros años de la creación del mismo, al que se incorporó en 1920 cuando contaba con doce años. Esperanza fue poco a poco relevando a su tía Victoria, que paulatinamente le va cediendo la dirección del taller. Un estímulo innato por aprender y conocer, la lleva a estudiar con profundidad las técnicas históricas del bordado erudito en oro y sedas, analizando minuciosamente algunas de las colecciones de bordados más importantes de España como las de las catedrales de Sevilla y Toledo, y especialmente la del Monasterio de Guadalupe, hacia donde viajó con Ignacio Gómez Millán. El estudio de las obras históricas le proporcionó amplios conocimientos sobre técnicas, que incorporó a las ya desarrolladas en el taller y aplicó en las nuevas las obras realizadas en el mismo. Aportó así a partir de entonces a la producción de la casa una gran riqueza por la amplia variedad y precisa combinación de los distintos puntos, muchos de ellos recuperados del pasado. Consciente de la importancia del dibujo en el bordado, durante los años que dirigió el taller fueron muchos los artistas que trabajaron para el mismo en la realización de diseños, uniéndose a Gómez Millán otros reconocidos proyectistas como Joaquín Castilla, Cayetano González o Fernando Marmolejo.
Fruto de toda una vida de trabajo y dedicación al bordado, Esperanza Elena Caro fue condecorada en varias ocasiones. Así, le fue concedida en 1964 la Medalla de bronce de Sevilla, la Medalla de Artesana Distinguida en su categoría de plata en 1968 y la Medalla de Oro al Merito del Trabajo en 1971. En 1986, como homenaje a título póstumo, fue rotulada una calle como «Bordadora Esperanza Elena Caro».
En 1961, tras la muerte de Manuel Elena Caro, la dirección del taller pasa a su hijo José Manuel Elena Martin, trasladándose en 1966 al domicilio actual, en la calle Jesús del Gran Poder nº 53. En los años setenta pasa a denominarse «Sobrinos de Esperanza Elena Caro». José Manuel, se dedicó desde entonces no solo a la dirección del taller, sino también a la labor de dibujante, para lo que realizó dos cursos por libre en la Escuela de Artes y Oficios. La fundación Machado le otorgo el premio Demófilo en 1992.
En la actualidad el taller mira hacia el futuro con casi un siglo de historia a sus espaldas. La cuarta generación familiar está presente en Carla Elena Meléndez, que ha recogido el legado histórico adaptándolo a la actualidad. Licenciada el Bellas Artes por la Universidad de Sevilla en la especialidad de Conservación – Restauración de Bienes Culturales, ha completado su formación especializándose en textiles trabajando para instituciones de reconocido prestigio en el ámbito de la conservación del patrimonio.
Obras de nueva ejecución.
Con casi un siglo de historia, es el único taller histórico de bordado sevillano aun activo, heredero y continuador de un legado artístico que, en el ámbito de las cofradías, alcanzó especial impulso desde mediados del siglo XIX. Cuenta por tanto con una dilatada experiencia, que hace que sus obras sean una garantía, no solo por la riqueza de sus materiales sino por la calidad en su ejecución, materializadas gracias al perfecto dominio de las más complejas y variadas técnicas de lo que en las artes ornamentales se ha denominado «bordado erudito en oro y sedas».
Su dilatada experiencia les ha permitido no solo desarrollar la más amplia variedad de técnicas históricas, sino especializarse en aquellas otras que por su complejidad y riqueza apenas son empleadas en la actualidad, como los bordados de imaginería en sedas, milanés o giraspes con aplicaciones de eboraria.
En sus obras contemplan el diseño como una parte fundamental del proceso creativo, de ahí que los dibujos previos sean profundamente estudiados para dotarlos de una coherencia estilística y lograr una perfecta adecuación, para ello contamos con profesionales con formación especifica en el estudio de las artes ornamentales y amplios conocimientos sobre las técnicas tradicionales del bordado en oro. Todo esto hace que las obras salidas de este taller posean un sello propio inconfundible.
Conservación – restauración.
El bordado en oro encuentra hoy Sevilla uno de los últimos centros de producción activos de Europa. Esta manifestación artística, encuadrada dentro de las artes suntuarias, ha generado y sigue generando bienes culturales encuadrables dentro del conjunto de nuestro patrimonio material e inmaterial, y por tanto con un interés que va mas allá de lo artístico, pues se ve reforzado por su valor etnográfico, antropológico y social. Ante ello, se pone de manifiesto la necesidad de conservar no solo «el oficio», sino la multitud de obras que nos ha legado el pasado.
Conscientes de esta realidad, el taller en los últimos años ha abierto su campo de trabajo hacia la especialización en la conservación y restauración de textiles bordados en oro y sedas.
Los trabajos de conservación – restauración se abordan desde una perspectiva científica, basada en el conocimiento de la realidad del ámbito profesional, los criterios de intervención y la metodología de trabajo, y teniendo en cuenta las características propias de un patrimonio que es complejo, especialmente por su carácter de patrimonio en uso que rara vez se conserva en su estado original. Así, el estudio de los casos se hace de forma individual, por profesionales formados académicamente y de forma interdisciplinar, elaborándose los correspondientes informes de diagnostico, propuesta de intervención y memoria final. A la hora de abordar las intervenciones se tienen en cuenta las circunstancias concretas de la obra, y en base a ello se establece el ámbito de actuación, que irán encaminados hacia trabajos de conservación o de restauración. En las restauraciones, se procede según las pautas establecidas por organismos de reconocida experiencia, adaptándose los criterios de intervención a las características propias de este tipo de obras, aceptándose en la mayoría de los casos la sustitución del tejido base y la consolidación y reintegración de los bordados.
En cualquier caso, ya sea en la realización de obras de nueva factura como en los trabajos de conservación-restauración de obras antiguas, el taller realiza un seguimiento y orientación en medidas de conservación preventiva para asegurar el correcto mantenimiento de los piezas textiles.