La Belleza: un elemento fundamental en la Sagrada Liturgia.
Por Shawn Tribe, 5 de Septiembre de 2018.
Independientemente de si esto es una preocupación para usted o no, este trasfondo de desconfianza de la belleza, el esplendor y la ceremonia debe ser abordado con frecuencia, ya que a menudo son simples clichés y críticas sin argumentos.
En artículos anteriores sobre la importancia de la belleza litúrgica, analizábamos algunas de las figuras clave del Movimiento Litúrgico y también abordábamos el pensamiento del galardonado escritor Martin Mosebach. Hoy deseo dirigir su atención al Papa Benedicto XVI y a la Oficina para las Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice.
En su documento, Belleza en todos los aspectos del rito litúrgico , la oficina litúrgica papal antes mencionada dirige nuestra atención a las siguientes enseñanzas del Papa Benedicto XVI, tomadas de su exhortación apostólica, Sacramentum Caritatis :
La relación entre el misterio creído y celebrado se manifiesta de modo peculiar en el valor teológico y litúrgico de la belleza. En efecto, la liturgia, como también la Revelación cristiana, está vinculada intrínsecamente con la belleza: es veritatis splendor. En la liturgia resplandece el Misterio pascual mediante el cual Cristo mismo nos atrae hacia sí y nos llama a la comunión.
La belleza de la liturgia es parte de este misterio; es expresión eminente de la gloria de Dios y, en cierto sentido, un asomarse del Cielo sobre la tierra. El memorial del sacrificio redentor lleva en sí mismo los rasgos de aquel resplandor de Jesús del cual nos han dado testimonio Pedro, Santiago y Juan cuando el Maestro, de camino hacia Jerusalén, quiso transfigurarse ante ellos (cf. Mc9,2). La belleza, por tanto, no es un elemento decorativo de la acción litúrgica; es más bien un elemento constitutivo, ya que es un atributo de Dios mismo y de su revelación. Conscientes de todo esto, hemos de poner gran atención para que la acción litúrgica resplandezca según su propia naturaleza.
Papa Benedicto XVI, Sacramentum Caritatis, no. 35.
Este punto es particularmente poderoso: «La belleza, por tanto, no es un elemento decorativo de la acción litúrgica; es más bien un elemento constitutivo, ya que es un atributo de Dios mismo…»
Dicho de otra manera, la belleza no es simplemente la «guinda del pastel». No es un extra opcional. Demasiado a menudo la belleza dentro de la Sagrada Liturgia es tratada como eso. La liturgia llega a ser vista únicamente a través del prisma de categorías piadosas o legales que le darán o no «validez». Pero la persecución de la belleza en la Sagrada Liturgia no es un asunto que se pueda tratar como algo efímero y transitorio. Es un elemento esencial.
Si uno se pregunta por qué es un elemento esencial, el Concilio de Trento lo resume de esta manera:
… dado que la naturaleza del hombre es tal que no puede, sin medios externos, elevarse fácilmente a la meditación de las cosas divinas, la Santa Madre Iglesia ha instituido ciertos ritos (…) por los cuales se puede enfatizar la Majestad de un Sacrificio tan grande de forma que las mentes de los fieles excitados por esos signos visibles de religión y piedad lleguen a la contemplación de las cosas más sublimes que están escondidas en este sacrificio.
Finalmente, la Oficina para las Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice agrega:
… es necesario exhibir todo el cuidado y la atención posibles, para que la dignidad de la Liturgia brille incluso en los más mínimos detalles en forma de verdadera belleza. Es necesario recordar que incluso aquellos santos que vivieron la pobreza con un compromiso ascético particular siempre ha deseado que los objetos más bellos y preciosos se usen para el culto divino. Mencionamos aquí solo un ejemplo, el del Santo Cura de Ars:
«Desde el momento en que vio la iglesia parroquial de Ars, el señor Vianney amaba esa a antigua iglesia como había amado el hogar paterno. Cuando emprendió su restauración, comenzó con lo que ocupa el primer lugar, el altar, que es el centro y razón de ser del santuario. Por reverencia a la Sagrada Eucaristía, deseaba asegurar un altar lo más bello posible. Después de estas mejoras, emprendió la tarea de agregar a las posesiones del hogar del buen Dios – le ménage du bon Dieu -(usando su propia frase pintoresca y conmovedora). Fue a Lyon a visitar los talleres de bordadores y orfebres. Lo que fuera más precioso lo compró, para que los proveedores de muebles de la iglesia dijeran con asombro: En este distrito vive un curita, delgado, mal vestido, con aspecto de no tener una moneda en el bolsillo, pero solo lo mejor de lo mejor es lo suficientemente bueno para su iglesia».
Este último punto también es particularmente notable. Los santos como San Juan María Vianney y San Francisco de Asís eran conocidos por su pobreza personal y simplicidad de vida; pero este amor a la pobreza y la simplicidad solo fue igualado por su gran preocupación por la belleza de la iglesia y su vida litúrgica. En nuestros días, esto se ha invertido muy a menudo; nuestras iglesias y ritos litúrgicos se han empobrecido con frecuencia, mientras que nuestras rectorías y hogares se han vuelto pródigos.
Si bien no todos están llamados a vivir con pobreza material, haríamos bien en observar cuál es, de hecho, la relación adecuada.
Shawn Tribe es Fundador del Liturgical Arts Journal. Es un estudioso del diseño de vestimentas religiosas, el arte en los libros, arquitectura e historia litúrgica.