Como os hemos ido contando estos días, nuestra Venerable Hermandad ha tenido la fortuna de poder colaborar con la Catedral en la celebración de los Cultos de la Virgen del Sagrario, nuestra antigua Virgen de las Batallas. Desde el principio se contó con Rafael Murgui Quintero, vestidor y especialista, que realizó todo un estudio de las posibilidades y la forma de dar mayor realce a esta magnifica imagen. Hoy os reproducimos aquí un extracto mientras seguimos trabajando en esta fantástica recuperación. Gracias de nuevo, Rafa.
Este lienzo en la Sacristía Mayor de la Catedral de Santa María y San Julián de Cuenca, que inmortaliza a la imagen de la Virgen del Sagrario (en origen Virgen de las Batallas), nos traslada la inmensa devoción de la imagen que, podríamos decir la más antigua de cuantas se veneran en la ciudad.
Imagen románica del siglo XI, fue traída a Cuenca por el Rey Alfonso VIII después de la de la conquista de ciudad, portándola en el arzón de su caballo. Fue importantísima su devoción ya que desde su llegada se le encomendó la protección de la ciudad. Buena muestra de dicha devoción sería la magnífica y rica capilla donde se ubica la imagen de la Santísima Virgen, fundada en 1629, adornada con mármoles y frescos, que se fué enriqueciendo los años posteriores hasta que se concluyó hacia 1655.
A partir del siglo XVI se pone de moda adaptar las imágenes de bulto para vestirlas por completo. Los gustos estéticos han cambiado y las vestimentas aportan mayor suntuosidad y brillantez a las “trasnochadas” imágenes medievales. La imagen de la Virgen del Sagrario, no va a quedar fuera de esta tendencia, talla de bulto en madera, sedente y cubierta de chapería de plata y rica policromía fue transformada. Se corta por la mitad hacia la primera mitad siglo XVII, en torno a la creación de su capilla, para ponerle un candelero haciéndola así vestidera. Gerónimo Sáiz, maestro de obras, se encarga de hacer los brazos, tanto de la Virgen como del Niño Jesús. A Juan de Villanueva se le encargó pintar el rostro de la Virgen y encarnar la cara del Niño y Andrés Diaz, se encargó de los vestidos.
Desde el momento en que las imágenes se transforman para ser vestidas adoptan, sobre todo en el caso de las “de Gloria” o “Letíficas”, el atuendo que se estilaba en la corte, sobre todo el de las esposas de los monarcas Carlos I de España y su heredero Felipe II, los monarcas más poderosos de occidente. La imagen de estas mujeres se convierte en un referente para la vestimenta mariana, llegando a identificarla con los Austrias.
La normativa eclesiástica imponía decoro y calidad a la hora de vestir a las imágenes de la Virgen María, por lo que no resulta azaroso elegir las mejores prendas que se conocían para tal efecto, las de las nobles y sobre todo las esposas de los monarcas. Por otro lado se quiere representar a la Virgen como madre de Dios y Reina de cielos y tierra, por lo que la suntuosidad de tejidos, riqueza de bordados y joyas colaboran en resaltar la realeza de María.
Para situar estos atuendos a la moda de la corte del siglo XVI, podemos acudir a retratos de corte de Alonso Sanchez Coello o Juan Pantoja de la Cruz. Los ropajes son bastante rígidos y muy suntuosos formados por una falda cónica, muy amplia denominada “basquiña” partida en 2 por una parte central “orofrés”. El cuerpo es muy ajustado a modo de corpiño terminado delante en pico y solía tener una doble manga, una interior ajustada y la exterior “brazal” abierta y larga cuya función es meramente decorativa, tanto, que en muchos casos ganaría en importancia al tradicional manto durante el siglo XVI (aunque el manto volverá a cobrar importancia en el XVII, siempre cortos en las imágenes de “Vírgenes de Gloria”). Todo el ropaje estaría realizado con ricos tejidos y aderezado con joyas. En el cuello se solía usar la “gorgera” que se hacía de ricos encajes y que se colocaba al rededor del cuello, aunque en caso de lasimágenes de la Virgen se colocaba enmarcando el rostro de la imagen, creando así los “rostrillos”.
También son muy importantes a la hora de ataviar a las imágenes de María las “cofias” o “tocas” (no solo en las imágenes marianas Letíficas, sino también en las Dolorosas). Las tocas suelen estar hechas con finas telas blancas o crudas, cubren todo el cabello y enmarcan el rostro. A la hora de ataviar a las Vírgenes de gloria se puso muy de moda un tipo de toca denominado de “papos” que se ensanchaba a los lados para alojar los moños del peinado.
A partir de este período son innumerables la cantidad de imágenes que visten de este modo y que todavía lo siguen haciendo ya que este tipo de atuendo se ha fosilizado y prácticamente aparece invariable en muchas imágenes desde el siglo XVIII. Tal es el caso de imágenes como: la Virgen del Rocío de Almonte, Gracia de Carmona, Regla de Chipiona, Estrella o Sagrario ambas de Toledo y un largo etc. (es un tipo de vestimenta que no responde a la forma de vestir a la Virgen según el gusto de una región, sino que está generalizado a lo largo de todo el territorio nacional).
Con este mismo estilo ha sido vestida a la Virgen del Sagrario de Cuenca a lo largo su historia, probablemente hasta los años 60, ya que en esta instantánea extraída del libro de la Coronación de la Virgen de las Angustias, la encontramos vestida de la forma tradicional y que vengo describiendo: con la saya de forma cónica, corpiño y aunque el manto ha ganado protagonismo a las mangas (“brazales”), conserva la “toca de papos”.
Aunque la foto sea anterior a la realización del libro de la coronación (1957), supongo que debió ser en años posteriores cuando se produjo el cambio en el atuendo. Este cambio deja que a la Virgen se le vea el pelo (sin ningún tipo de peinado) y cubriéndolo por una toca de encaje o tul semitransparente, se le reduce mucho la amplitud de saya y manto, y se reduce también el empleo de los ternos de mejor calidad por otros de confección más moderna, sobre todo de telas brocadas.
Este cambio en el atuendo de la Virgen del Sagrario es, en mi opinión, bastante desacertado ya que elimina prácticamente en su totalidad el empaque y el porte regio que ha poseído la Virgen tradicionalmente. Por este motivo al brindarme el privilegio de poder ataviar a la Santísima Virgen, lo primero que he pretendido ha sido devolverle el carácter portentoso que había perdido, quizá paralelamente al letargo al que estaba sometida la devoción a la imagen las últimas décadas.
Para ello ha sido fundamental bucear en el rico ajuar que posee la imagen, en cuanto a la vestimenta destacan sobre todo tres grandes piezas que, tal vez por la falta de uso, en la actualidad pasan desapercibidas por el pueblo fiel en general. Obras todas ellas de una calidad indiscutible tanto en sus diseños como en riqueza y profusión de bordado y materiales son: el terno rosa, bordado en hojilla de oro fino; el terno con soporte en tisú de plata, bordado en el mismo metal precioso y el terno más moderno de los tres, blanco bordado en oro fino. Los tres poseen las características de los trajes regios de corte comentados, con todos sus elementos: saya, corpiño, mangas, sobremangas y además mantos cortos.
Así para su festividad, este 2020, se decidió ataviar a la Virgen con el terno de tisú bordado en plata, ampliando el contorno de la saya acentuando la forma cónica de la misma y abriendo el manto para dar más suntuosidad al conjunto, ya de por sí excelente; dejando el pelo suelto con una sencilla toca de tul pero enmarcando la cara con un rostrillo orfebrería de plata perteneciente a la Virgen de la Luz y encaje a modo de rostrillo tradicional, escondiendo así el cabello de la vista. Si bien es cierto que no hay constancia de que la Virgen del Sagrario haya portado rostrillos de orfebrería (los rostrillos y las ráfagas proliferaron en la ornamentación de imágenes, aunque aparezca antes, sobre todo en el siglo XVIII, y la forma de atavío de la Virgen del sagrario responde a una tipología anterior) consideramos a bien colocárselo ya que daba mayor prestancia a la imagen en ausencia de alguna cofia o toca de las que enmarcaba el rostro de manera tradicional y que se han perdido o no se encuentran con el resto del ajuar.
Para su reposición en la capilla se le ha colocado una cofia con rostrillo de encaje enmarcando la cara y con una toca superpuesta, escondiendo el pelo en su totalidad. El terno es una saya morada con corpiño y mangas bordadas en lentejuelas y un manto brocado. La saya se ha dispuesto mucho más ancha y con mayor volumen, ya que el vuelo de la misma lo posibilita, colocando también el manto mucho más abierto. Con todo ello he pretendido buscar la prestancia y el carácter regio que no debió dejarse de lado.
En muchos casos hay que animar a las hermandades para que inviertan en el ajuar de sus imágenes marianas o para que avancen y miren hacia delante a la hora de innovar en la vestimenta de las mismas, demasiado anquilosadas en atuendos y tocados con escaso gusto, poco cuidados o por dejadez poco elaborados. En este caso una vista atrás en el tiempo es lo más acertado, recuperando el antiguo ajuar que, como venimos diciendo, es de una calidad excepcional y sobre todo retomando el clásico modo de vestir a la imagen con el estilo de corte, seña de identidad y que otorga su personalidad a la Virgen del Sagrario.